Prepararse para viajar a un destino frío en invierno
El invierno pasado decidimos que había llegado el momento de tachar de la lista de sueños viajeros, uno que llevábamos varios años posponiendo: Viajar a Islandia y perseguir auroras boreales. Esto que suena tan épico, tiene una contrapartida: la probabilidad de verlas es mayor cuanta menos luz hay y eso, significa viajar en invierno.
La mayoría de los españoles sabemos hacerle frente al sol, al calor, al buen tiempo. Somos capaces de practicar deportes a altas temperaturas, tenemos claras las consecuencias del sol y aunque sea algo en lo que se siguen haciendo campañas de concienciación, comparados con otros países del norte, somos muy capaces de continuar con la vida aunque haga mucho calor. Sin embargo el frío y la lluvia… nos paralizan y mucho.
No vamos a negar que cuando miramos las temperaturas medias para viajar a Islandia, lo de llevarnos a un niño de 2 años y medio con nosotros, nos dio nuestra cosilla. Aunque siempre nos agarramos a la máxima de que si allí nacen y crecen niños, debe ser porque existen soluciones que permiten que se pueda vivir en esas condiciones. Así que… una vez pasado el momento de “preocuparse”, entramos de lleno en la fase “ocuparse”. En ella, descubrimos que además de prepararnos técnicamente, si queríamos que el viaje fuera una experiencia positiva, debíamos hacerlo mentalmente teniendo en cuenta algunas realidades sobre el frío que desconocíamos.
¿Hay que haber nacido vikingo para sobrevivir al frío?
La preparación psicológica pasó por empezar a investigar sobre algunas costumbres y formas de pensar que caracterizan a nuestros vecinos del norte. Las mismas que les han hecho ser capaces de vivir durante cientos de años en esas condiciones meteorológicas tan extremas para nosotros.
Aquí van algunas de las que nos vinieron a la cabeza una y otra vez durante el viaje de dos semanas por Islandia. Aunque no hayamos nacido vikingos, durante los días que dure el viaje podemos actuar como ellos:
- La creencia de que “no existe el mal tiempo, sino la mala equipación”. Esto nos lleva directamente al tema de la preparación técnica: es fundamental elegir bien la ropa que se va a utilizar.
- Los responsables de las enfermedades son los agentes patógenos, no el frío. El frío es una incomodidad a la que podemos hacer frente, pero respirar el aire caliente cargado de virus de un centro comercial, es más contagioso que estar al aire libre con mal tiempo. No hay más que ver los carritos de bebés aparcados fuera de las cafeterías con pequeños bien abrigados respirando aire frío… pero puro (una curiosa costumbre conocida como “la siesta nórdica”).
- Dejar de hacer mención al “mal tiempo”. Asumir que cuando vives en un lugar en el que el convives a diario con la lluvia o con el frío, no te queda más remedio que continuar con la vida y esto es algo que ellos aprenden desde pequeños. Se considera esencial que los niños jueguen al aire libre a diario, haga el tiempo que haga.
La preparación técnica
Por muy vikingos que nos creamos mentalmente, no hay que olvidar que cuando mejor preparados vayamos, menos vamos a sufrir.
- La fórmula de las capas para viajar a Islandia, es lo más recomendable. Una primera capa térmica pegada a la piel, un forro polar y un abrigo para temperaturas frías con acabado impermeable a ser posible. Gorro, guantes, bufanda o braga para el cuello y botas de montaña. En el caso de los niños, botas de agua y un pantalón chubasquero. Nunca pensamos que yendo bien preparados podríamos llegar a pasar calor, ni que el cuerpo se aclimatara tan rápido como para que según pasaban los días, nos fueran sobrando cada vez más capas. Lo que sí echamos de menos, fueron los crampones para el hielo en algunos puntos de la ruta.
- Revisar todos los días los estados de las carreteras y hacer caso a las señales. Si dicen que no andes sobre el hielo de un glaciar o que no entres con el coche por una carretera si no es 4×4, no lo hagas. En este sentido, los islandeses son bastante directos. Nunca antes habíamos visto señales tan especificas sobre el tiempo que tardarías en morir si se rompe el hielo de un glaciar debajo de tus pies o con la información de la distancia a la que queda el hospital más próximo para que te lo pienses un par de veces antes de meter la mano en el agua hirviendo de una piscina geotérmica.
- Además de buscar lugares con poca contaminación lumínica, es casi fundamental descargar aplicaciones para perseguir las auroras boreales. Son casi infalibles. Eso sí, aunque desde dentro de un vehículo puede parecer que lo que hay es niebla, cuando sales fuera descubres el espectáculo que te hubieras perdido por no querer pasar frío.
La naturaleza salvaje de un país como Islandia, no entiende de temporadas. Atrevernos con el frío nos regaló tres noches de auroras boreales espectaculares, cascadas congeladas, espacios en los que estuvimos totalmente solos, lagos congelados y muchas otras sorpresas más. De todas ellas, te hablamos con más en detalle en otro post titulado Viajar a Islandia en familia.