La pregunta es de rigor: ¿existe alguna forma posible de visitar un cementerio sin que a uno se le pongan todos los pelos de punta?
Pues lo cierto es que algunos creen que sí, en concreto los defensores y practicantes del necroturismo, una práctica cada vez más de moda que consiste en visitar cementerios por puro ocio, aunque muchos creen que sólo se trata de morbo. Si bien un paseo por los camposantos no parece a priori un plan muy apetecible, a no ser que seas un adolescente el día de Halloween, lo cierto es que los defensores del necroturismo tienen bastante que decir al respecto. La filosofía en la que se basa esta clase de turismo, todavía no muy conocido en España pero sí en Europa, incide sobre todo en el valor histórico y artístico de los cementerios y no resulta descabellado si pensamos que en la mayoría de ellos podemos encontrar expresiones artísticas del neoclasicismo, el romanticismo, el modernismo o el neogótico. Así que interpretar un cementerio como un museo al aire libre (en el que la tranquilidad está del todo garantizada) no parece ninguna locura.
Se podría decir que el necroturismo tiene cierto grado de representación de mano de la ASCE (Asociación de Cementerios Significativos de Europa), una organización sin ánimo de lucro que trata de promover los cementerios europeos como una parte fundamental del patrimonio de la humanidad. Incluso cuenta con su propia ruta, que consta de 179 cementerios y abarca 22 países, con la particularidad de que España es el país con más necrópolis incluidas. Como ejemplos de los 18 que figuran están el cementerio de Bilbao, el de Montjuic, en Barcelona, el de Monturque, en Córdoba, y el de La Almudena, Madrid (en la fotografía). Así que poco a poco nuestro país va dando sus primeros pasos en cuanto al necroturismo se refiere, incluso el Cementerio Inglés de Málaga ha organizado visitas nocturnas a sus instalaciones que, no nos vamos a engañar, parece un plan sólo apto para valientes.
Fuera de España destaca el cementerio de Père Lachaise, uno de los más famosos del mundo y no sólo por ser reconocido como el espacio más verde de París, también por las celebridades que duermen eternamente en él y lo convierten en un improvisado paseo de la fama inmortal: Oscar Wilde, Georges Méliès, Édith Piaf, Maria Callas, Chopin, Proust o Jim Morrison, este último el más visitado y en cuya tumba nunca faltan flores, velas, fotos y cartas de sus fans. Y si antes decíamos que el necroturismo defiende el valor artístico de los cementerios, lo cierto es que Père Lachaise es el ejemplo perfecto, ya que aquí se representan todos los estilos del arte funerario: la tumba gótica, el panteón haussmaniano o el mausoleo a la antigua. Si estás seducido por la idea de hacerle una visita, será muy acertado que compres en la entrada un mapa que señale dónde están ubicadas las tumbas de los famosos, y entonces sí, puedes perderte por sus calles hasta encontrarlas. Unas calles que por cierto te darán la sensación de estar en un auténtico bosque llevo de vida (paradójicamente) gracias a las hileras de árboles y avenidas de adoquines que componen el lugar.
Diseñado por Alexandre-Théodore Brongniart en 1804, según cuenta la leyenda los parisinos no aceptaron de primeras este cementerio que en su momento quedaba bastante alejado de la capital francesa, una medida impuesta por Napoleón por razones de salubridad. Tendrían que pasar 13 años para que el recinto recibiera alguna estima por parte de los ciudadanos, y es que en 1817 los dueños del cementerio acogieron en él los restos del teólogo medieval Pierre Abelard y su amada, la monja Heloise, momento desde el que los parisinos empezaron a ver con buenos ojos a Père Lachaise y a desear que sus restos permanecieran junto a los de estos famosos ‘habitantes’.
Parece una hilera de fichas de dominó que podrían tumbarse ordenadamente si simplemente empujásemos la primera de ellas, pero son las tumbas del Cementerio Nacional de Arlington, en Washington, en este caso militar y que reconocerás por haberlo visto en series y películas. Aquí se encuentra enterrado John Kennedy, su mujer y otros miembros de la familia. Que está bastante orientado al turismo parece claro si tenemos en cuenta que un autobús realiza diariamente un recorrido para visitar las lápidas y los monumentos más relevantes, entre los que también destaca la llamada ‘tumba del soldado desconocido’, situada en una colina con vistas a Washington DC y en cuyo interior reposan desde el año 1921 los restos de un soldado estadounidense no identificado de la Primera Guerra Mundial
Y para terminar, los nostálgicos de Elvis pueden acercarse al Cementerio de Forest Hill en Memphis (Tennessee). Allí descansa desde el 16 de agosto de 1977 ‘el Rey’ e igual que ocurre con él y con muchos otros personajes convertidos en leyenda, su recuerdo permanece aún muy vivo. Entre otras cosas, porque su tumba se ha convertido en un auténtico lugar de peregrinación de sus fans, así que no es de extrañar que se desatara la polémica a raíz de los planes para subastarla y poder ser utilizada por otra persona. Pero tras las quejas y protestas de sus seguidores, el cementerio dio marcha atrás en este controvertido proyecto y parece que el cantante podrá reposar aquí para toda la eternidad.