Ambas ciudades de Marruecos conservan intacto el espíritu del país.
Tánger, más turística, y Tetuán, inalterable. Proponemos un viaje de cinco días por sus zocos y medinas.
“El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”. No era en Casablanca donde Humphrey Bogart e Ingrid Bergman debían vivir su historia de amor, sino en Tánger, lugar elegido para el rodaje en un primer momento. Pero por aquel entonces estaba ocupada por las trompas franquistas y Hollywood cambió de escenario. Pese a ello, Tánger ha ido adquiriendo popularidad y los años del Protectorado español dejaron la herencia de un ambiente parisino que aún impregna las calles de la ciudad. Es la ciudad más visitada del norte de Marruecos seguida de Tetuán, que también mantiene la herencia de la ciudad que fue, quizá algo más inaltarable que Tánger. A unos 60 kilómetros de distancia una de otra (que se cubren en un trayecto de hora y media), ambas visitas se pueden combinar en un mismo viaje de unos cinco días.
Día 1: Tánger
Para llegar a Tánger desde la península existen dos opciones, el avión (con vuelos directos desde Madrid o Barcelona) y el ferry (desde Algeciras o Tarifa). Tánger es herencia de lo que fue, de ese esplendor perdido. Prueba de ello es la fachada del teatro Cervantes, de 1913, ya casi en ruinas. O el cine Alcázar, en condiciones similares. Un paseo por el zoco, el chico y el grande, es también visita inexcusable, así como adentrarse en la Kasbah, sello de identidad de la ciudad. Se puede hacer una parada comiendo en el restaurante Hamadi, uno de los mejores de la zona, y con música en directo. Para alojarse destacan El Minzah, celebérrimo hotel al que solían acudir las estrellas de cine, y El Continental.
Día 2: costa de Tánger y Cuevas de Hércules
Además del paseo por la ciudad, hay dos sitios que merecen la pena una visita. Uno es la costa de Tánger, con playas como Achakar o Sol. De mar abierto y arena clara, hay que estar atento a las olas, a veces bravas, del Atlántico. Otra escapada habitual desde la ciudad son las Cuevas de Hércules, a 14 kilómetros. Son producto de la erosión y del viento, y en ellas destacan su apertura hacia el mar, conocida por su forma como el ‘mapa de África’. En las inmediaciones se pueden degustar parrilladas de sardinas.
Día 3: Tetuán
El tercer día puedes emprender camino a Tetuán. La mejor forma es hacerlo en taxi, aunque también hay autobuses que tardan aproximadamente una hora y media. Comienza descubriendo su medina. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1997, destacan la Gran Mezquita y la Mezquita Ben Salah. Bab Nuader es una de sus puertas más famosas. Una vez la cruzas, puedes dejarte embaucar por tejidos de colores brillantes, especias y marroquinería variada. En Tetuán es parada obligada El Reducto. Su dueña, Ruth, es una española que se trasladó a Tetuán y montó su hotel en este antiguo palacio árabe en la medina ya reformado en 1948, cuando era residencia del gran visir de Tetuán Sidi Ahmed Abdelkrim Haddad. Este riad, conocido también por su restaurante, combina la decoración marroquí con elementos españoles.
Día 4: Mercados de Tetuán
Un segundo día en Tetuán permite detenerse en los resquicios de los oficios artesanos que aún no se han perdido. Cerámica, tejedores y bordados, utensilios de bronce y arcilla, grabados de yeso, trabajos de hierro… Una visita a la Escuela de Artes y Oficios de Tetuán es una manera de abarcarlos. Además de las salas con piezas de arte es recomendable un paseo por su jardín. Otro lugar que suele sorprender al viajero es la vieja curtiduría de pieles. Aún pueden verse los espacios donde limpiar y secar el cuero, contemplar dónde mezclan y tiñen los colores, los aceites que se le aplican, y entender este duro proceso de mano de los trabajadores. Esta curtiduría es reflejo de lo que es Tetuán.
Día 5: Vuelta a Tánger y regreso a España
Para volver a España, el mejor punto de salida es Tánger, así que toca hacer el camino de vuelta (de hora y media). Pero si se hace a primera hora, aún se puede aprovechar esa última jornada para hacerse con un queso del Riff, que venden las mujeres en improvisados mercados. Se envuelven en palmito y son irrisoriamente baratos. Los higos y el pan moruno son también una exquisita compra. Uno de los lugares donde suelen instalarse es en las inmediaciones de la iglesia anglicana, que merece la pena visitar, así como su cementerio. Además, casi todos los cafés ofrecen té moruno y pastas, unos dulces de almendra que también se pueden comprar para llevar. El Café La Española es un lugar ideal para ello, con algunos de los mejores dulces de la ciudad. Será una muestra más de que tanto Tánger como Tetuán son dos de las ciudades mas autenticas de un país tan lleno de contrastes como es Marruecos.