La isla está cubierta casi totalmente por naturaleza, casi un 85% del territorio, por lo que es una de las últimas reservas naturales de Europa.
La isla de Córcega, situada al sureste de la Costa Azul, es conocida como “isla de la belleza” por los franceses y fue bautizada como “la sublime” por los griegos. En ella no solo se encuentran típicas playas de ensueño en las que tostarse al sol rodeados de agua azul turquesa. Córcega tiene una superficie de 8712 km², esto la convierte en la tercera isla más grande del Mediterráneo occidental, después de Sicilia y Cerdeña. Su conservación natural se debe a diferentes organismos de protección y sobre todo, a que se ha limitado la acción de constructores. De hecho, muchos de los lugares de la isla han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Las rutas de senderismo se encuentran dentro del Parque Natural Regional de Córcega, y la más conocida y espectacular es la GR20, aunque se trata también de la más difícil. Recorre la isla de noroeste a sureste a lo largo de 180 km, entre los pueblos de Calenzana y Conca. Otra de las rutas, es la de Mare e Monti, que va de Calenzana a Cargèse. El recorrido abarca entre 9 y 11 días de senderismo, a un ritmo de 4 – 5 horas diarias. No debe confundirse con otra ruta de nombre similar, la Mare et Monti Sur, que solo dispone de 5 etapas y va de Porticcio a Propiano.
En esta ocasión nos vamos a centrar en la ruta Mare e Monti, que se puede realizar en cualquier época del año, aunque es preferible evitarla en verano por el excesivo calor de la zona.
El recorrido comienza en Calenzana, en el mismo lugar que la GR20, aunque también se puede hacer en sentido contrario. Y dentro del propio camino, existen dos alternativas, una va de Bocca a Crocce (Col de la Croix), es más corta, pero está más expuesta al sol. La otra, va a través de Capu Tondo, y se atraviesa un bosque.
La media de kilómetros que se pueden hacer al día son unos 10, aunque hay una etapa que llega hasta los 20 kilómetros.
Los puntos fuertes de la ruta son La Reserva Natural de Scandola, reconocida en 1983 por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Se caracteriza por tener acantilados muy escarpados con grutas, así como chimeneas y cuevas. Además, su línea costera destaca por el color rojo de sus acantilados, que en ocasiones alcanzan los 900 metros de altura. Esta reserva está altamente protegida y se prohíbe la destrucción o modificación, ya que se pretende que vuelva a su estado natural. Por tanto, el camino no atraviesa la reserva, pero sí que ofrece sus vistas entre Galeria y Girolata. Esta última, es una pequeña localidad que sólo se puede visitar en barco o a pie y es el último pueblo corso accesible de esta manera. El golfo de Girolata está rodeado de acantilados y su atractivo es sobre todo, una singular mezcla de colores con el azul del mar.
Otro de los puntos clave es Calanques de Piana. Un «calanque» es una cala, una formación geológica en forma de valle, con bastante profundidad y que típicamente es de piedra caliza y parte está sumergida en el mar. Los Calanques de Piana tienen 300 metros de altura y aunque su piedra es granito rojo, el color va cambiando a medida que avanza el día.
Ya en las últimas etapas, entre Ota y Évisa, se encuentra la Garganta de Spelunca, un cañón rodeado de bosque, y cuyo camino para recorrerlo es un antiguo camino de mulas. La garganta está atravesada por un río y además de los paisajes, se puede ver el puente Zaglia, construido en el siglo XVIII. En el año 1990 fue declarado Monumento histórico.
En caso de que se decida hacer la ruta por libre, en todas las etapas es posible encontrar refugio para descansar de las largas caminatas, aunque es necesario reservar antes, ya que se trata de casas pequeñas y con una capacidad muy limitada. En algunas se ofrece servicio de comidas, pero lo más seguro es ir con avituallamiento.
Por supuesto existe la opción de hacer la ruta con guía y en pequeños grupos. En este caso está confirmada la acomodación, las comidas y el transporte cuando sea necesario.
Una isla chic
Aparte de paisajes excepcionales, Córcega cuenta con uno de los destinos veraniegos con más glamour. La ciudad de Porto – Vecchio, con sus playas y sus 300 días de sol al año, atrae a personalidades como Giorgio Armani o Marc Jacobs.
La ciudad de Ajaccio, en Córcega, es uno de los tesoros que aún guarda el Mediterráneo. Aunque las playas y su extraordinaria ubicación, de cara al mar, son algunos de sus grandes atractivos, esta ciudad conquista con otros muchos encantos. Casi en cualquier lugar de este rincón del Mediterráneo se puede hacer una parada y ver edificios, estatuas y calles que recuerdan que aquí en 1769 nació Napoleón, como en el salón napoleónico, ubicado en el Ayuntamiento, la capilla imperial y la casa en la que vivió (Maison Bonaparte). Otro de los personajes históricos que ha difundido el nombre de Ajaccio fuera de sus fronteras fue el Cardenal Fesch, que consiguió traer a la isla obras de Botticcelli, Bellini y Tiziano, entre otros artistas, que hoy se muestran en el museo que lleva su nombre.
En realidad el progreso ha cambiado poco la fisonomía de Ajaccio, emplazada en el corazón de uno de los golfos abiertos más bellos del mundo, y abrazada por abruptas montañas. Sigue contando con idílicas playas, como la de Saint François o Capo di Feno, un poco más alejada, pero en la que el azul del mar y el verde de la montaña se funden formando una excepcional postal, y ofreciendo a sus visitantes rutas a pie, autobús o tren a las famosas islas “sanguinaires”, para disfrutar de sus rojizas puestas de sol y sus maravillosos fondos marinos.