Laugavegur, Skólavördustígur, Bankastræti, Austurstræti, son las arterias principales del distrito 101 de Reikiavik conocido como uno de los barrios más codiciados y hipster del mundo.
A priori cuesta entender cómo la modernidad y las últimas tendencias han logrado llegar hasta uno de los lugares más remotos del planeta — no en vano, Reikiavik es su capital más septentrional–, aunque sí que habría que descartar la casualidad como principal causante. El éxito actual de la capital de Islandia parece más bien el resultado de una resistencia y tenacidad poco comunes y que lentamente han comenzado a dar sus frutos. Después de más de mil años de lucha contra el clima, los elementos y las epidemias –que incluso llevaron a los islandeses a plantearse abandonar la isla en masa en el siglo XIX–, los descendientes de aquellos vikingos renegados que zarparon de Noruega en el año 870 han visto que por fin pueden comenzar a doblegar a la madre naturaleza gracias al uso de la tecnología moderna; y este cambio lo han enfocado desde la armonía y el máximo respeto en la preservación de un patrimonio natural que saben es único en el planeta, y con una astucia que les ha catapultado a ser la envidia de medio mundo industrializado.
Y es que Islandia está de moda. Cada año que pasa aumenta la horda de turistas que se acercan a esta isla perdida en el Atlántico Norte en busca de algunos de los escenarios naturales más puros y salvajes que quedan en La Tierra: anhelan hacerse un selfie entre géiseres, glaciares, cataratas, volcanes, auroras boreales y si se tercia hasta con alguno de los pequeños elfos y duendecillos que siguen viviendo ocultos en los yermos paisajes islandeses gracias al folklore popular.
Pero antes de partir en busca de la naturaleza exuberante y prístina de Islandia, antes como decimos hay que hacer parada obligatoria en Reikiavik. Así que a continuación os proponemos algo distinto, casi transgresor: no hacer de Reikiavik un mero sitio de paso, sino el destino en sí mismo.
Qué hacer en Reikiavik 101
De las principales avenidas de Reikiavik, Laugavegur es la que más juego ofrece a los turistas, ya que dispone de albergues, pubs, agencias de reserva de excursiones, librerías y tiendas de souvenirs, supermercados, etc. En la cafetería Glætan (Laugavegur, 19) podremos parar a degustar una deliciosa tarta de zanahorias acompañada de un capuchino mientras ojeamos nuestro plano de la ciudad o cualquiera de los libros a disposición de los clientes, algo muy habitual en la capital de un país que cuenta con la mayor densidad de escritores per cápita del mundo —se dice que uno de cada diez islandeses publica al menos un libro—. A sólo unos metros, en Arctic Adventures (Laugavegur, 11) tendremos la posibilidad de reservar una excursión de medio día o día completo para avistar ballenas, contemplar auroras boreales, visitar la enorme catarata de Gullfoss, los afamados géisers, el El Parlamento de Thingvellir donde las placas tectónicas de Eurasia y Norteamérica se separan, cabalgar sobre ponies islandeses, caminar por volcanes y glaciares… Y ante semejante abanico de opciones, a ver quién es el guapo que sale de la oficina sin un ticket en el bolsillo.
Pero no nos marchemos de Reikiavik todavía, ni mucho menos. Subiendo por la calle anexa de Skólavördustígur, que va a morir a la curiosa catedral de Hallgrímskirkja —cuyas vistas desde su torre son de las mejores de la ciudad—, hallaremos varias tiendas de artesanía y fotografía artística: tan recomendable será pararse ante ellas como entrar en la famosa tienda de discos 12 Tónar, y ojear los álbumes de bandas autóctonas como Sigur Rós, Emiliana Torrini, Of Monsters and Men, Soley y tantísimos otros grupos surgidos en una isla que parece estar tocada por la gracia.
Desde lo alto de Hallgrímskirkja (ascensor, unos 5€) contemplaremos una capital europea de pequeñas dimensiones, de calles tranquilas y apenas 119.000 habitantes. A medida que vayamos alejando la vista veremos el puerto de Reikiavik y más allá las altas montañas que anuncian paisajes agrestes, y apreciaremos muy poca vegetación miremos en la dirección en que miremos: los fuertes vientos que recorren la capital tienen sin duda algo que decir al respecto.
Los islandeses, que parece que tienen un dicho para todo, comentan en relación a esto que ‘si te pierdes en un bosque en Islandia, sólo tienes que incorporarte‘. Simpáticos ellos.
Luego aprovecharemos que el camino es cuesta abajo y descenderemos en dirección al puerto por la calle Frakkastígur, acercándonos al mirador de Sólfari, que no es otra cosa que un barco vikingo de acero que conmmemora los orígenes de los primeros pobladores de Islandia.
Continuaremos caminando por el paseo marítimo hasta llegar al espectacular Harpa, sin duda el edificio más monumental y pretencioso de todo el país. Esta maravilla arquitectónica que alberga la Orquesta Sinfónica de Islandia y que es centro de conciertos y conferencias es digna de ver tanto por fuera como por dentro, también es emblema de la época del pelotazo en que los islandeses eran llamados los vikingos de las finanzas –no sabemos si con admiración o desdén–, y que en 2008 derivó en un enorme tortazo para la economía del país.
Afortunadamente y pese a todo, los islandeses levantaron cabeza y el Harpa pudo inaugurarse en 2013, para deleite de locales y turistas.
Acercándonos a Kolaportid (Tryggvagata, 19) nos encontraremos ante uno de los mercadillos de segunda mano más curiosos de Europa y que tiene poco que envidiar a las paradas más cochambrosas de los mercadillos de Londres o Berlín. Tras una enorme amalgama de objetos extraños e inservibles, quien sabe, quizá acabemos hallando algún objeto vintage de nuestro agrado. En cualquier caso, el placer de buscarlo está garantizado.
Continuando en dirección al centro de Reikiavik, pero esta vez desviándonos hacia la derecha encontraremos un par de calles animadísimas tanto de día como de noche, al igual que sucede con Laugavegur. Hablamos de Bankastræti y Austurstræti, en las que os proponemos comer en el Café París (Austurstræti, 14) y cenar en The Laundromat Café (Austurstræti, 9), ya que ambos locales ofrecen un ambiente muy animado y agradable. El primero es un favorito de los locales y encontraremos un buen compendio de las diferentes faunas urbanas que componen la ciudad. En el Laundromat podremos hacer la colada, tomar una cerveza o leer/comprar alguno de los 5.000 libros que adornan la barra. Y a unos pocos metros de éstos y como perfecto colofón a cualquier día en Reikiavik encontraremos The English Pub (Austurstræti ,12A), un local que ofrece cada noche conciertos en directo de bandas islandesas, y en el que la cerveza también sabe a gloria.
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Manuel Aguilar @cornellius
Co-fundador y editor del blog 3viajes, donde aúna su pasión por viajar y contar historias desde hace más de 7 años. Miembro de Travel Inspirers.