Existen algunos lugares como Estados Unidos, Canadá, Nueva Zelanda, Uruguay o Argentina en los que es más fácil asistir a este espectáculo de la naturaleza.
El avistamiento de ballenas ofrece la oportunidad de observar a estos impresionantes mamíferos en su hábitat natural. De esta manera muchos turistas pueden ver muy de cerca el comportamiento de uno de los mamíferos más grandes del mundo.
En el río San Lorenzo, cerca de Saint-Siméon, en Canadá, se pueden ver hasta cinco tipos de ballenas diferentes como la Beluga, que guarda cierto parecido con los delfines.
En Nueva Inglaterra, Estados Unidos existen numerosos tours para ver a las imponentes ballenas minke, finback, y humpback, que pueden llegar a pesar 45 toneladas.
Los Maoríes son los encargados de preservar los lugares en los que habitan las ballenas en Nueva Zelanda. Una de las especies más habituales es la ballena austral, que pueden llegar a medir 15 metros de largo.
En las frías aguas de Escocia se pueden avistar muchas ballenas, sobre todo durante el verano, cuando las minke vienen a esta agua para pasar el verano. Por último, el sur de Argentina presume de ser el escenario del apareamiento de la ballena franca, que se caracteriza por su falta de agresividad. Famosa es la llegada de estos cetáceos a Península Valdés hacia finales de mayo o principios de junio.
El periodo de avistamientos embarcados de los cetáceos en la Península Valdés, en Argentina, comprende normalmente del 15 de junio al 15 de diciembre. Los avistajes son posibles gracias a que estas ballenas se desplazan muy cerca de la costa y a que se consideran un animal seguro ya que se caracterizan por su falta de agresividad, incluso cuando al acercarse, chocan levemente con las embarcaciones. Los avistamientos suelen durar de 1 a 2 horas, dependiendo de la cantidad de animales y de su proximidad a la costa.
La ballena franca mide unos 15 metros de largo y su particularidad son sus callosidades en la parte superior de los costados de la cabeza. Gracias a esta característica, se puede individualizar a cada ballena, ya que cada una tiene un patrón único de callosidades. Este enorme cetáceo acude al sur de Argentina para aparearse y también para dar a luz.
Uruguay también acaba de estrenar la nueva temporada de avistamiento de ballenas, un fenómeno natural que mueve cada año en todo el mundo a millones de personas que desean vivir en primera persona uno de los más bellos espectáculos de la naturaleza. Hasta noviembre, la paciencia será la mejor aliada de aquellos que saben que, en ocasiones, la espera bien merece la pena.
La costa uruguaya –al igual que otras de la zona atlántica- es testigo cada año de la travesía que hacen las ballenas hacia las cálidas aguas del sur, donde pasarán las que son las estaciones más frías del año en aquel hemisferio. Montevideo y Punta del Este son dos de los más privilegiados puntos para disfrutar de la presencia de estos majestuosos cetáceos, que nadan a muy poca distancia de la costa, apenas unos , lo que convierte el espectáculo en una experiencia única.
Uruguay ha desarrollado la conocida como Ruta de Franca, un circuito que recorre sitios estratégicos –entre ellos, varias elevaciones naturales- para el avistamiento de ballenas y que cubre toda la costa este del país, desde Punta del Este hasta la frontera con Brasil.
Cada año, de junio a septiembre, alrededor de 200 ballenas jorobadas llegan a las costas ecuatorianas huyendo del intenso frío que se da en el sur del continente americano, aunque el lugar elegido para su reproducción sea finalmente las costas manabitas, en la Isla de la Plata. Sus aguas, que llegan a alcanzar 26º, y su rico entorno favorecen la reproducción y el alumbramiento de estos mamíferos gigantes. De las profundidades del Pacífico verá emerger a estas especies marinas de más de 15 metros de largo que viven en grupos de ocho a diez individuos y que siempre se desplazan juntas. Conocidas como ballenas jorobadas por su aleta dorsal que tiene al principio una giba pronunciada, cuenta con unas largas aletas pectorales que pueden superar los cinco metros y su madurez sexual les llega a los nueve años, por lo que desde ese instante se reproducen de forma constante y nada más nacer el ballenato, se realiza el siguiente apareamiento, con un período de gestación de 11 meses y medio y una lactancia de 11 meses. Para observar el ritual de apareamiento de estos cetáceos hay que alejarse en una embarcación de las costas ecuatorianas. Tras unos instantes de silencio, estos ejemplares empiezan a aparecer por docenas y enseguida se escuchan cantos melodiosos al oído humano, aunque realmente se trata de gritos de los machos solitarios en busca de su pareja. También para captar la atención de las hembras estas gigantes especies dan saltos sobre la superficie del agua o sacan sus aletas.