Aunque el verano, tal y como lo entendemos nosotros, en Islandia brilla por su ausencia no te olvides pasar por la fascinante playa de Vík.
Tu concepto de playa está a punto de cambiar para siempre. Una vez conozcas Vík í Mýrdal, una población de no más de 300 habitantes al sur de Islandia, te despedirás para siempre de la imagen de playas paradisíacas de aguas turquesas y arenas finas y doradas, pero créenos cuando decimos que merecerá la pena. La pequeña población se encuentra dentro de una provincia joven, surgida hace solo 80.000 años con motivo de una erupción volcánica submarina. Por encima de Vík se encuentra el glaciar Myrdalsjokull de 700 kilómetros cuadrados, que esconde en su interior el gran volcán Katla. Pero tranquilo, permanece inactivo desde 1918, última vez que entró en erupción.
Aquí, al sur de la isla, las playas son negras. Sí, has leído bien, la arena de Reynisfjara, la más cercana al pueblo de Vík, es negra como el carbón, y el contraste con las blancas olas que la bañan es todo un espectáculo que recuerda de alguna manera al cine clásico en blanco y negro. Un paisaje muy especial en el que destacan los contrastes de color, con tonalidades azuladas, negras y verdosas. La erosión ha esculpido las paredes que limitan esta playa, que son de basalto, formando grandes bloques de piedra con formas geométricas.
Si bien es cierto que esta playa no es muy grande, cualquiera podría pasarse las horas aquí, elevando la vista hacia los imponentes acantilados que la rodean, con sus enormes aristas que sobresalen de montañas de más de 300 metros de altitud. Son tan monumentales que pueden divisarse incluso desde el pueblo. Te sentirás diminuto en el mundo gracias al atronador ruido de las olas rompiendo contra las rocas. Y no olvides el chubasquero ya que Vík es el lugar más húmedo y lluvioso de Islandia. Mientras disfrutas de las vistas tampoco olvides estar atento a tu alrededor. Vík es uno de los principales puntos de avistamiento de frailecillos, un pequeño y simpático pájaro que se ha convertido en emblema del país. Se les suele ver sobre los acantilados o lanzándose en picado sobre el mar en busca de alimento.
Además de las playas de arena volcánica negra, hay otro motivo para que la visita al pueblo de Vík se convierta en un imperdible en tu viaje a Islandia y también tiene nombre propio: Reynisdrangur, tres pináculos marinos de hasta 66 metros de altura. Enormes formaciones de columnas de basalto que se alzan en mar. Según la mitología escandinava, estas formaciones rocosas se corresponden con tres trolls llamados Skeussudrangar, Landdrangar y Langhamrar que, cuando trataban de arrastrar un barco por el mástil, se convirtieron en piedra al alcanzarles los primeros rayos de luz del sol. Podemos conformarnos con esta teoría perteneciente a la mitología escandinava, pero lo cierto es que la estampa tiene una explicación científica que resulta más convincente, y es que las tres rocas monolíticas se originaron a causa de la erosión del oleaje del mar del Norte. Tanto si nos ceñimos a la realidad como si preferimos decantarnos por la leyenda, lo que nadie puede negar hoy es que estas tres rocas se han convertido en una de las imágenes más características de Islandia.
La mejor manera de llegar hasta los Reynisdrangur y la playa de arena negra es en coche desde Reykjavík, la capital y ciudad más poblada de Islandia. Una vez en la zona, no hagas como la mayoría de turistas y pases de largo por el cabo de Dyrhólaey. Está a 10 kilómetros de Vík y cuenta con una formación rocosa que, hablando de maravillas naturales de Islandia, no puede faltar en este recorrido. Su nombre significa literalmente ‘puerta-agujero’, tiene 120 metros de longitud y una peculiar estructura creada por la erosión marina que podría recordarnos a un elefante. Una formación rocosa de gran belleza que no puede pasar desapercibida para los intrépidos viajeros que además ven en ella la protagonista de una perfecta fotografía. La playa es considerada reserva natural por el anidamiento de pájaros y es parada obligatoria para los amantes de las aves marinas. Podremos disfrutar de los populares frailecillos desde finales de abril hasta últimos de agosto, antes de que se aventuren en las gélidas aguas del Ártico.
Pero conformarse con mirarla o retratarla con la cámara sabe a poco cuando tienes la posibilidad de pasear por ella. Desde allí, las vistas de las playas de arena negra, los acantilados y los Reynisdrangur son más que estupendas. Merece la pena madrugar para capturar el amanecer de estos paisajes, o esperar a que caiga la noche y vivir la puesta de sol sobre los tres trolls Reynisdrangur. Después de disfrutar del paisaje siempre podremos refugiarnos en alguno de los restaurantes de Vík, para reponer fuerzas con algunos platos típicos de la gastronomía local como la trucha y el salmón con patatas asadas, zanahorias y remolacha, o el Plokkfiskuer, una crema de pescado y patata, ideal para entrar en calor.