En un lugar de la Mancha… (España)
Don Quijote fue uno de los personajes más imaginativos y delirantes de nuestra literatura, sobra decirlo. Uno de los capítulos donde queda patente es cuando, paseando por los campos de la Mancha, llegó a confundir los molinos de viento que allí se erguían, con treinta gigantes acechantes contra los que debía luchar en una batalla desigual, y a quienes pensaba “quitarles a todos las vidas”, lanza en mano sobre su caballo Rocinante. Sabemos cuál era el pensamiento de Sancho Panza, su fiel y leal escudero, quien trató de hacerle ver que lo que veía no eran más que molinos de viento y que lo que parecían grandes brazos eran las aspas, y que por supuesto carecían de dos lenguas. Obviamente tales gigantes no lo eran, al menos de la forma mitológica que el personaje de Cervantes los imaginaba. Se trataba, como bien reseñaba Sancho Panza, molinos de viento y estaban localizados, eso sí, en Castilla la Mancha, concretamente en Campo de Criptana y Consuegra. Y es allí donde siguen en pie. Quizá no tantos como creía ver Alonso Quijano. Pero sí aún muchos.
Los de Consuegra (en la provincia de Toledo) presumen ya, junto al Castillo de la Muela, de ser Bien de Interés Cultural (2006) y Sitio Histórico (2008). Permanecen y son imagen de Castilla-La Mancha desde el siglo XIX y tienen forma de torre como los holandeses. Su grueso muro de mampostería se une al tejado o cubierta cónica de donde parte el palo de gobierno y sus cuatro aspas. Se trata de molinos harineros ya que era allí donde se guardaba el trigo para proceder a su molienda y posterior conversión en harina. Cada proceso se hacía en diferentes plantas y por supuesto la maquinaria se ponía en marcha gracias a la energía eólica.
Por su parte, los de Campo de Criptana en Ciudad Real fueron reconocidos Bien de Interés Cultural en 1978, están situados en la ladera y cima de una colina en la Sierra de los Molinos y en el Cerro de la Paz. Son además de los más antiguos de España, algunos de ellos datan del siglo XVI. Actualmente se encuentran en desuso, sin embargo estuvieron en funcionamiento hasta bien entrada la década de los 50. Puedes visitar ‘in situ’ el Molino Culebro (con un espacio dedicado a su paisana, la artista Sara Montiel) y el Infante. Acude también al Museo de los Molinos de Viento donde podrás conocer desde la base histórica que Cervantes utilizó para describir a sus ‘gigantes manchegos’ hasta los más importantes, como son el de Burleta y el Sardinero.
Los más famosos del mundo (Holanda)
En lo que a molinos se refiere, hay un claro vencedor mundial y siempre vienen a la mente los holandeses. Hoy en día siguen ocupando la panorámica del país y son un testigo de su lucha contra el agua. En Holanda son expertos en lo que a innovar se refiere y más si de lo que se trata es de que el agua no se interne en sus tierras. Han elaborado diques, molinos de agua y molinos de viento. Con ellos han evitado que sus campos se inunden gracias al bombeo propiciado por la fuerza del viento. Dentro del millar que existen aún por toda su geografía, destacan varios por ser más conocidos y referentes turísticos. Los que se llevan la palma son los de Kinderdijk, a 25 kilómetros de Rótterdam. Un conjunto de molinos reconocidos por la UNESCO como Patrimonio Mundial (1997) y que desde 1740 forman un amplio sistema de gestión de agua. Son 19 y están distribuidos en dos líneas. En verano se pueden ver en funcionamiento, mientras que en invierno las familias acuden a patinar sobre el hielo que se forma entre ellos.
Si Cervantes se hubiera percatado de estos no hubiera hecho alusión a los manchegos en El Quijote. Y es que los de Schiedam, otra de las localidades, son los cinco molinos de viento más grandes del mundo. A diferencia de los anteriores, estos no se utilizaron para ganar terreno al agua, sino para moler cereales. De ahí que fueran muy importantes en la producción de la ‘jenever’ o ginebra holandesa, lo que le valió el título de capital mundial de esta bebida durante los siglos XVIII y XIX (todo ello viene constatado en su Museo de la Ginebra Holandesa). Aunque eran una veintena los que formaban parte de esta región, hoy en día sólo se mantienen cinco originales y uno más construido en 2011 llamado Kameel (el Camello).
También en Holanda debes visitar Zaanse Schans. La región se convirtió hace 250 años en el primer centro industrial del mundo gracias a sus más de 600 molinos. Es una zona de conservación al aire libre a pocos kilómetros de Ámsterdam, está totalmente habitada en la actualidad pero con un paisaje que rememora tiempos pasados. Es una postal viviente que no te puedes perder. No olvides dar un paseo por el río Zaan y adentrarte en las antiguas construcciones.
Marsala, mucho más que vino (Italia)
Por otra parte, los molinos italianos se encuentran en la zona de Marsala, una región vinícola internacionalmente conocida. Más concretamente en la Isla del Gran Estanque, la mayor laguna de Sicilia, con unas 2000 hectáreas, formada por un enorme grupo de islas del Mediterráneo (‘Isole dello Stagnone di Marsala’, en italiano, para ser más precisos): Isla Grande, San Pantaleón (‘Mozia’), ‘Schola’ y Santa Maria. La actividad principal de ‘Stagnone’ (la más grande de todas) fue la de una salina. La función de los molinos aquí era la de bombear el agua para que se separara de la sal y recoger esta para molerla posteriormente. Muchos de ellos aún se conservan en pie, aunque en estado de abandono.
No sólo relojes (Suiza)
Y es que las perfectas maquinarias de los relojes no son lo único que los suizos construyen a la perfección. Además, tienen una estupenda selección de molinos de viento en Saint Luc, al sur del país. Son históricos, aunque se renovaron en 1986, y desde entonces vuelven a funcionar con su tradicional encanto. Al norte, puedes recorrer la Ruta de los Molinos de Seeland, un total de seis que pueden ser visitados el mismo día (con cita previa).