Un ‘roadtrip’ sobre EEUU necesita un final feliz. Una bajada de telón entre aplausos y fundido a negro. Dejamos para la última etapa de nuestro viaje unas paradas para soñar.
Ruta 66, mucho más que una carretera
Queríamos conectar con parte de la histórica Ruta 66 para poder sentirnos como Thelma & Louise y recorrer el asfalto al que le cantaban los Rolling Stones.
La carretera se inauguró hace casi un siglo formando parte de la Red de Carreteras de EEUU y contaba con casi 4.000 kilómetros desde Illionis hasta California. La llamarón así tras varios debates entre los Estados que atravesaba, donde concluyeron que dos dígitos iguales serían más fáciles de recordar ’66’. En su historia caben caravanas de inmigrantes que se dirigían hacia el Pacífico, legendarias tormentas de polvo y arena, películas y series que la inmortalizaron, saqueos, pueblos que prosperaban gracias al trazado… hasta que oficialmente la ruta cayó al olvido hace 30 años, cuando dejó de formar parte de la Red de Carreteras del país en favor de las nuevas autopistas estatales.
Sin embargo, a partir de los años 90 varios estados por los que cruzaba el recorrido impulsaron esta carretera y la catalogaron como «Historic Route 66». Se grabaron decenas de escudos de la ruta sobre la grava y se plagaron carteles en las aceras. Los bares de alrededor se decoraron con parejas de seises y envolvieron el ambiente de viajes de carretera y manta.
Hoy en día es un recorrido de obligada visita para los amantes de la historia de EEUU y de su cultura.
Hoy en día es un recorrido de obligada visita para los amantes de la historia de EEUU y de su cultura.
Oklahoma, Amarillo, Albuquerque, Flagstaff, Needles, Amboy, Barstow, Oro Grande, San Bernardino, Los Ángeles y Santa Mónica eran los ‘checkpoints’ más famosos del recorrido. Ana y yo estábamos en Monument Valley y nuestro destino era la Costa Oeste. Desde nuestro punto en el mapa, la histórica carretera atravesaba Williams, Kingman, Barstow y Los Ángeles.
Conectamos nuestro GPS y cruzamos un tramo de incontables kilómetros disfrutando de un recorrido que guardaríamos para siempre en nuestra memoria.
Los Ángeles
Tras recorrer varias millas de la Ruta 66 que se nos pasaron volando, alcanzamos la segunda población más grande de EEUU. Por fin llegamos a Los Ángeles, la cuna del cine, la meca de los sueños. L.A. se nos presentó como una auténtica red de carreteras de muchos, muchos carriles que abarcaban decenas de kilómetros plagados de camionetas XL, autobuses escolares amarillos y coches deportivos. Dejábamos a nuestro paso carteles que nos avisaban de las próximas salidas, con nombres tan famosos como ‘Martin Luther King Jr Bl’, ‘Santa Mónica’ o ‘Sacramento’.
Faltaba poco para atardecer y había un punto al que queríamos llegar con el sol en lo alto, el cartel de Hollywood.
Cartel de Hollywood, letras que merecen un Oscar
Dicen que lo mejor para conocer un lugar es que te lo enseñe alguien que vive allí. Paramos en la casa de unos grandes amigos que llevan toda la vida en L.A., Karen, Álvaro y su hija Isabel, y se destaparon como unos guías y anfitriones inmejorables. Continuamos la ruta hacia uno de los observatorios más famosos del mundo, el observatorio Griffith. Dejamos el coche en un aparcamiento público y al aire libre, era gratis, pero no fue fácil encontrar una plaza disponible.
Desde lejos, el cartel de Hollywood decepcionaba un poco. El nombre de la ladera más ligada al cine se veía demasiado lejos, así que arrancamos un ‘trekking’ serpenteante que nos iba a dejar casi tan cerca del cartel que lo podríamos tocar, (ojo, para completar el trayecto necesitarás como poco una hora, aunque se puede hacer a caballo).
Seguimos el camino de tierra y piedras de unos 6 kilómetros de largo hasta un mirador a los pies de las letras, donde cada una tenía un tamaño alrededor de 15 metros. El cartel llevaba casi 100 años presidiendo la colina y cada año recibía más y más visitantes. El cartel quedaba lejos, pero lo suficientemente cerca para que nos sintiéramos como Will Smith en Príncipe de Bell Air.
El sol seguía pintando el cielo de un naranja cada vez más intenso y nos dimos prisa por volver al observatorio. Entrar fue gratis y subimos a la planta superior a disfrutar de unas vistas de película.
Los Ángeles a nuestros pies, las letras de ‘Hollywood’ como testigo. Nos sentíamos los protagonistas de un viaje digno del mejor ‘roadtrip’ grabado para el séptimo arte en un atardecer que saboreamos como niños, a falta de las palomitas.
Mención aparte merece la estatua en honor a James Dean, enfrente del observatorio. Nadie supo decirme qué relación tenía para estar allí, pero lucía pelazo.
El ‘Paseo de la Fama’, el bulevar del celuloide
Volvimos al coche, nos dimos una ducha rápida y pusimos rumbo a una calle que une ‘glamour’, sueños, fama, imitadores, más de 2.000 estrellas inmortalizadas en los adoquines, estrellados, música, tiendas de ‘souvenirs’ y huellas y lemas sobre el asfalto de las actrices y los actores más conocidos en el planeta.
Treinta minutos al volante y Álvaro nos guió hasta Hollywood Boulevard. Abandonamos el Camaro en un parking subterráneo y ascendimos por un ascensor callejero al epicentro de la avenida.
Nos encontramos, sin darnos cuenta, en unas de las escaleras más concurridas en las ceremonias de los Oscar, las del
Salimos al exterior y pusimos directamente nuestros pies en la calle dedicada a las personas más populares de la gran pantalla. Inaugurada hace casi 60 años, desprende luz, magia y falsedad a partes iguales. Decidimos dejarnos llevar por sus fuegos artificiales y disfraces de personajes de película para disfrutar como niños. No todos los días puedes codearte con el mismísimo Jack Sparrow…
Estuvimos varios minutos sorteando las estrellas que pisábamos a nuestro paso para encontrar las de nuestros actores favoritos. Todavía resuenan en mí esas palabras: «Marido de una mujer asesinada, padre de un hijo asesinado… Y alcanzaré mi venganza en esta vida o en la otra». Estar en ese lugar te hace sentir más cerca de esas escenas memorables.
También mola ver representada en aquella calle parte de mi ciudad de toda la vida, Alcobendas. Gracias Pe.
A pocos metros del Teatro Dolby hay una plaza donde verás a decenas de turistas fotografiando el suelo, pero un suelo diferente al de las estrellas. No hay adoquines, sólo asfalto sin iluminar. Allí encontramos el Teatro Chino, donde las leyendas del celuloide dejaron la huella de sus manos, de sus pies y un escrito a mano con los lemas de sus papeles más grandes que se nos han quedado grabados para siempre. Pasamos más de una hora buscando nuestros nombres favoritos.
A menos de una manzana de el Teatro Chino, entre cartelones enormes de películas, tiendas gigantes con estatuas de Depredador, Elvis Presley y Batman en su interior, llegamos al Museo de Cera. ¿Quién no ha querido fotografiarse alguna vez con Marilyn Monroe?
Santa Bárbara, relajación en las afueras
Un nuevo día y más sitios de la Costa Oeste por descubrir. Amanecimos temprano para conocer Santa Bárbara. Hora y media y llegamos a una de las zonas de retiro más conocidas a las afueras de L.A.
Avenidas plagadas das de palmeras, un mar en calma y un ‘neighbourhood‘ rodeado de tiendas de lujo tan perfecto que inquietaba.
Nos cruzamos con muchos vecinos locales utilizando los carriles bici y patinando en las aceras, mientras otros practicaban paddle surf cerca de la orilla.
El punto más famoso de aquel lugar era el muelle, cerca del embarcadero, donde los mejores restaurantes de la zona brindaban una vista panorámica de la bahía. Definitivamente, Santa Bárbara era un destino para la gente adinerada de la ciudad que descansaba en las afueras en su residencia de fines de semana.
Santa Bárbara también sorprende.
¿Alguna vez habías visto un autobús que también fuera ‘barcobús’?
Universal Studios, vuelve a ser un niño
Confieso que no soy fan de los parques de atracciones, pero Universal Studios es ‘otro rollo’. Volvimos a la ciudad con tiempo suficiente para disfrutar de todo lo que quedaba de luz solar en uno de los destinos por excelencia de Los Ángeles: Universal Studios.
Si quieres sentirte en el otro lado de la pantalla, te aconsejo que dediques una jornada a descubrir todos los secretos de este lugar. Nosotros habíamos reservado la entrada por internet con una semana de antelación y entramos directos. Este parque es parte de la cultura de la ciudad, y del cine. Encontramos los estudios reales donde se filmaron películas como ‘Regreso al Futuro 2’ o ‘La Guerra de los Mundos’. También vimos coches utilizados en títulos como ‘Los Picapiedra’ o ‘Fast & Furious’ Quedamos boquiabiertos con el espectáculo de ‘Water World’ o el decorado de ‘Harry Potter’. Y alucinamos con las atracciones de ‘Jurassic Park’ y ‘Walking Dead’.
Santa Mónica: Una noria TOP, el fin de la Ruta 66 y Los Vigilantes de la Playa.
Aún nos quedaba un atardecer y estábamos obligados a visitar una de las playas más famosas de la pequeña pantalla gracias a los inolvidables Mitchell Buchannon y C.J. Parker.
Un nuevo paseo a bordo de nuestro convertible y alcanzamos nuestro destino: un enorme embarcadero plagado de atracciones, gente joven y algarabía nos despedía de un viaje inolvidable mientras caía el sol.
Bajamos a la arena y tomamos la obligada fotografía con la atracción más reconocible de la bahía, que llevaba muchos años formando parte del paisaje de Santa Mónica.
La playa era de bastantes kilómetros de larga, la distancia entre el paseo marítimo y la orilla era muy grande y mucha gente paseaba descalza disfrutando de la brisa del mar. Las olas eran amenazadoras y la temperatura fría del agua no invitaba a darse un baño para despedir el día.
Nos subimos a la caseta de los vigilantes de la playa más famosos y disfrutamos de una panorámica reconocible en todo el mundo.
Como no podía ser de otra manera, firmamos nuestra última noche en el final de la carretera que nos hizo sentirnos protagonistas de nuestra propia película. Rendimos nuestro particular homenaje al extremo oeste de la Ruta 66.
Cenamos en un puesto ambulante para completar el guión de un buen episodio de serie estadounidense. Al día siguiente nos quedaba abandonar nuestro compañero de viaje durante más de 3.500 km, el Chevrolet Camaro, cargar las maletas en el avión y volver a casa de la mano de KLM, una compañía que consigue que atravesar el Atlántico se convierta en un verdadero placer.
Gracias Ana, por ser una vez más una compañera de viaje genial. Por los madrugones, por las horas dentro del coche (sin parar) y por llevar siempre una sonrisa a cuestas. A Álvaro y a su familia, por ser un guía increíble descubriéndonos los secretos de L.A. buscador de vuelos
Gracias a Viajes Carrefour por ofrecernos la oportunidad de conocer una parte deslumbrante del planeta, y gracias a KLM, por permitirnos volar más lejos, más alto y más felices.
Nos vemos en el próximo destino.
#ViajesCRFyAventuheroKLM #ILoveFlyingKLM #Aventuhero
*Mención aparte merece la estatua en honor a James Dean, enfrente del observatorio. Nadie supo decirme qué relación tenía para estar allí, pero lucía pelazo.
Se rodó parte de Rebelde sin causa