¿Por qué invertir tiempo del viaje en familia en visitar los parques de otras ciudades?
Es posible que si no tienes muchos días al año para invertir en vacaciones, opines que meterse en la logística que supone un viaje para terminar metido en un parque al otro lado del mundo, no merece mucho la pena. Nosotros antes, también lo pensábamos. Hasta que descubrimos que lo que entendemos como espacio de juego para los niños dentro de las ciudades, era muy diferente en cada lugar del mundo. Que los tiempos “muertos” o mejor dicho, los tiempos libres, son muy necesarios viajando con niños. Y que los parques, son lugares ideales para conversar con otros padres y aprender muchos detalles sobre el funcionamiento de la sociedad de ese país.
En Nueva York y París, con un bebé que ya comía sólidos y lo manchaba todo, se convirtieron en nuestra “sala de picnics” y hora de la siesta. En Frankfurt, en un enorme laboratorio sensorial y un espacio único de socialización con otros padres locales y en San Francisco, en un lugar para la superación de retos y la ampliación de los límites motrices de Koke y en un tremendo ejercicio de confianza para nosotros en sus capacidades.
Hace unos meses, hablamos sobre algunos de los señoriales parques que más disfrutamos en París y ahora le ha tocado el turno a los de San Francisco.
Peroooo… ¿Qué tienen los parques de San Francisco que nos gustaron tanto?
Podríamos decir que tanto en Frankfurt como en San Francisco, deseamos literalmente volver a ser niños y te contamos por qué:
Para empezar, hay pocos columpios y los que hay, están pensados para poder ser usados por muchos niños (y/o los adultos que lo deseen a la vez). Esto quiere decir que, si hay superficies por las que deslizarse (quizá lo más parecido a un tobogán), son tan anchas que pueden utilizarse en varias direcciones y por diferentes personas de manera simultánea. Que hay algunas sillas de balanceo individuales, pero también otras de tamaño de red estilo cazasueños del tamaño de una rueda de camión y módulos que giran en los que perder la cuenta de cuantos niños hay subidos dando vueltas a la vez.
Columpios aparte, los parques están formados por muchas estructuras abiertas de diferentes materiales que permiten ser utilizadas como cada niño quiera y pueda en función de sus capacidades y su momento de desarrollo. Unos pasan por debajo, otros se cuelgan, otros se deslizan, otros las escalan… los hay que las usan para dar volteretas y muchos otros que simplemente las tocan. Al no tener una función única, las posibilidades son infinitas.
Con las premisas anteriores de “para todos los públicos” y the more is the merrier, dentro de cada parque conviven varias zonas en las que el juego fluye de distintas maneras:
- Espacios para la contemplación y la experimentación. Piscinas de arena, fuentes giratorias y ríos de agua. Zonas pensadas para tocar, mancharse, mojarse… en las que la concentración prima por encima de la acción sin dejarla al 100% de lado.
- Módulos de aventura. Puentes, montañas, escaleras, colgadores, redes… Zonas en las que el riesgo está servido. Donde los niños descubren cuales son sus límites y los amplían cada día un poco más. Donde desarrollar soluciones a diferentes problemas y aprender a controlar la tensión que supone enfrentarse a lo desconocido y donde a los padres nos toca aguantar la respiración más de una vez.
- Áreas para el desarrollo artístico. Fundamentalmente de las disciplinas musicales. No en todos los parques los encontramos, pero sí en muchos de ellos. Instrumentos de percusión de gran tamaño sobre los que se puede golpear y/o saltar.
Aunque lo mejor de todo ello es que las actividades principales para las que están pensadas cada una de las áreas son intercambiables entre sí. De repente encuentras un tubo por el que hacer sonidos en medio de un puente o un niño escalando por encima de los bloques musicales. Libertad de movimientos y creatividad al poder.
¡Ah! Se nos olvidaba un pequeño detalle muy común que todavía hoy seguimos practicando y que si te da por conocer los parques de San Francisco probablemente te llame la atención: en los increíbles parques de esta ciudad, todos los niños y muchos adultos, están descalzos. Una práctica que tanto la Asociación Española de Pediatría como la de Fisioterapia recomiendan por sus múltiples beneficios. ¿Entiendes ahora por qué antes te decíamos que volvimos a ser niños en los parques de San Francisco?