Escapada de 5 días por las Capitales Bálticas
Las Capitales Bálticas están repletas de lugares cargados de magia, iglesias con agujas cobrizas, torres de castillos, casitas de tejados rojos e imponentes fortalezas medievales
Día 1 – Copenhague
Comenzamos la ruta en la capital de Dinamarca, Copenhague, una ciudad de bajos edificios dispuestos en una armonía ejemplar. Los campanarios de las iglesias añaden su particular pincelada y sólo unos pocos hoteles de moderna construcción rompen la línea del cielo. Es una ciudad bien organizada y hecha a medida de sus habitantes. El frío del clima se atenúa con la atmósfera apacible y acogedora que a veces incluso tiene un toque provinciano. Los automóviles han cedido bastante el espacio a las bicicletas y en las calles peatonales del centro, por la mañana se siente el olor al pan recién hecho. Sin embargo, lo bueno de Copenhague es que no deja de ser una metrópoli. Copenhague es el centro de la vida política y cultural. La oferta cultural es muy amplia, hay museos para todos los gustos y edades; la escena musical ofrece desde el mejor ballet hasta los mejores conciertos de rock y jazz. Esta inigualable atmósfera, se debe a los habitantes de Copenhague que son gente poco convencional a la vez que muy respetuosos con cualquier forma de cultura o conocimiento. Caminando por el casco antiguo de la ciudad y por las calles más modernas se van descubriendo monumentos como la Columna de Lur que representa un antiguo instrumento musical de la Edad de Bronce. Los intelectuales holandeses como el padre del existencialismo, Soren Kierkegaard, también tienen su homenaje. La realeza está representada con estatuas a Christian V, el rey Federico V – obra de Jacques Fraçcoix sin olvidar el símbolo de Copenhague, levantado en 1913 La Sirenita (Den Lille Havfrue) que recuerda el famoso personaje de Andersen, es obra del escultor Eriksen.
Día 2 -Vilnius
Vilnius es, sin duda, una de las capitales bálticas más hermosas. Su casco histórico es el más grande de la Europa del Este. Esta zona de la ciudad alberga más de 1.500 edificios construidos en diferentes siglos y estilos arquitectónicos; clásico, renacentista, gótico, aunque, por su número y calidad, destaca el barroco. No en vano, Vilnius es conocida como la ciudad barroca por excelencia. Por su riqueza e importancia cultural, la UNESCO le ha otorgado el título de Patrimonio de la Humanidad.
La Plaza de la Catedral y el Castillo Gediminas, por su majestuosidad, son los iconos con los que se suele identificar la ciudad, pero toda ella, en especial el casco antiguo, es un ejemplo de armonía en la diversidad de estilos que la configuran. Una diversidad que afecta también a la población.
La influencia de la cultura centroeuropea, que tradicionalmente ha ido llegando a través de las estrechas relaciones con Polonia, junto con la enorme cantidad de inmigrantes que, en los últimos años, tras la caída del sistema soviético, han retornado a Lituania y especialmente a la capital, han hecho de Vilnius una metrópoli cosmopolita abierta a Europa. Verde, la ciudad está rodeada de maravillosos parajes naturales, y barroca, la capital de Lituania es un lugar imprescindible para quienes aprecian la exquisita grandeza de las grandes capitales del este de Europa.
Día 3 – Riga
Este tercer día vamos a parar en Riga, localizada en una hermosa llanura, a quince kilómetros de distancia de la desembocadura del río Daugava, en la bahía de Riga. Fue siempre la ciudad más grande de los países bálticos y, aunque las demás capitales de dichos países han tenido más fama, Riga es la que posee el ambiente más cosmopolita. Su vida urbana está en constante ebullición. Por doquier se puede disfrutar de representaciones teatrales y actos culturales. Una cita obligada es el Festival Internacional de la Música de Cámara, que se celebra en la Catedral de Riga, templo que presume de tener los mejores órganos del mundo. Otro de los mayores atractivos turísticos de la ciudad es su rico patrimonio monumental, presidido por los numerosos edificios de Art-Nouveau que salpican sus principales calles. La inquietud de los letones por las artes en general se ve reflejada en los numerosos museos y galerías que pueblan la ciudad. Entre ellos hay que destacar el Museo Letón de Fotografía, el Museo Rainis de Literatura, el Museo del Cine y el Museo de la Historia de Riga y de la Navegación. Desde la ciudad de Riga se pueden realizar interesantes excursiones por sus alrededores, como por ejemplo a la zona de Jurmala, donde se asientan bellas localidades costeras.
Día 4 – Tallín
Edificios medievales pintados en tonos pastel, viejas y estrechas callejuelas, bulliciosas plazas, antiguas casas de mercaderes,… es sólo una parte de lo que encontrará en Tallin, hermosa ciudad del Báltico, capital de Estonia, por la que bien merece la pena perderse deambulando sin rumbo fijo. Entre las sólidas murallas se levanta la Ciudad Alta, ubicada en una colina habitada desde la prehistoria por parte de la nobleza y el clero y por debajo de la cual, en la parte baja, los mercaderes y artesanos fueron construyendo sus casas apiladas. Aunque realmente lo que sobresale, sin duda, es la iglesia de San Olaf, erigida a mediados del siglo XIII. Sus 159 metros de altura, la convirtieron en aquella época, primero, en el edificio más alto del mundo y, siglos más tarde, la KGB la utilizó como antena de radio durante su dominación. De la época renacentista se conserva únicamente la casa de la Hermandad de los Cabezas Negras, que originariamente albergaba a los jóvenes mercantes solteros y extranjeros.
Día 5 – San Petersburgo
Acabaremos la ruta en la ciudad rusa de San Petersburgo. El impresionante Ermitage siempre ha sido el conjunto arquitectónico más conocido de San Petersburgo. Formado por el Palacio de Invierno, los edificios del Gran y del Pequeño Ermitage y el Teatro de Ermitage, alberga en su interior no sólo obras de Leonardo Da Vinci o Rembrandt, sino también hermosas arañas de luz, joyas zarianas y tesoros de gran valor artístico. Esta gran ciudad, conocida como la Venecia del Norte, fue el capricho de los zares que reinaron desde el siglo XVIII hasta la era comunista. El zar Pedro el Grande derrochó inmensas fortunas en construir imponentes monumentos, como la fortaleza de San Pedro y San Pablo, pero no sería hasta la época de Catalina II cuando San Petersburgo alcanzaría su mayor esplendor. A las afueras de la ciudad, el Palacio de Verano, edificio que Catalina regaló a su hijo Pablo, se convirtió en uno de los sitios preferidos de las damas y caballeros del siglo XIX.
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Muy buen blog. saludos